Aquí
os dejo el texto para realizar el comentario que algunos/as me habíais pedido.
Comentario
Texto 3ºESO
La tiranía del éxito y del
fracaso
A raíz de la muerte de ese gran campeón que fue Yago
Lamela, los medios han vuelto a desempolvar una vez más la larguísima lista de
damnificados del deporte. Los famosos juguetes rotos. Al parecer Yago ha muerto
de un infarto, pero cuando dejó la competición atravesó por un periodo
depresivo que requirió su ingreso en un psiquiátrico, hecho que fue ampliamente
reflejado en la prensa. Tal vez ésa sea la principal diferencia, el handicap
mayor en la existencia de los famosos: que sus debilidades y sus derrotas son
un espectáculo público. Curiosamente, el ciclista Chava Jiménez murió también
de infarto en el año 2003 mientras se encontraba ingresado en una clínica por
una depresión. Los dos estaban en la treintena, eran fuertes, habían sido
atletas de élite. Pero la vida les rompió literalmente el corazón. A veces el
cuerpo es de una elocuencia ensordecedora.
Y hay más, claro. Muchos más. Como Jesús Rollán, el
mejor portero de waterpolo del mundo; o como el futbolista Robert Enke, o el
boxeador Urtain. En fin, para qué seguir. A primera vista se diría, en efecto,
que los atletas de élite compran más papeletas para la rifa de la
desesperación. Reflexionando un poco sobre ello, sin embargo, creo que su
experiencia está mucho más próxima a la del resto de los humanos de lo que nos
creemos. Sólo que ellos son empujados obsesivamente a llevarlo todo más al
extremo, como llevaron hasta las fronteras de lo imposible su propia
resistencia, su sacrificio y su aguante.
Casualmente, mientras moría Lamela yo estaba leyendo
las pruebas de un libro formidable que saldrá en España el 1 de septiembre:
Open, la autobiografía del tenista Andre Agassi, un texto hipnotizante que me
mantuvo una noche despierta hasta las siete de la mañana. Tras acabar Open, me
reafirmé en algo que ya sospechaba desde hace mucho tiempo: que el éxito y el
fracaso forman la columna vertebral de nuestras vidas. O mejor debería decir
los éxitos y los fracasos, siempre múltiples, a menudo simultáneos, un agitado
rosario de emociones acerbas.
Ser amado o ser rechazado por sus padres es el primer
éxito o el primer fracaso que tiene que asumir un niño. Probablemente nunca
seamos queridos del todo tal como nosotros deseamos (todo éxito está empañado
de fracaso); seguramente el rechazo no será tan permanente ni tan total como
nos tememos (todo fracaso está teñido de esperanza). Pero desde lo más remoto
de nuestra infancia empezamos a construirnos como siervos de esos dioses
crueles. Triunfar, o creer que triunfamos en algo, nos da la vida. Mientras que
el fracaso es tanático, letal, es una sensación que mimetiza a la muerte. Aún
peor: si el fracaso se nos desmesura en la cabeza y adquiere proporciones
gigantescas, uno preferiría morir antes que afrontarlo. Tal vez eso es lo que
les pasara a algunos de los juguetes rotos.
El poder esclavizador que los conceptos de éxito y
fracaso tienen sobre nosotros se multiplica además por un malentendido: por la
extendida creencia de que uno es un triunfador o un perdedor. Como si el éxito
y la derrota fueran destinos únicos, irreversibles, absolutos y finales. Nada
más erróneo que eso; no creo que exista ni haya existido en el mundo una sola
persona que sólo sea un triunfador o un perdedor. En cada momento de nuestras
vidas acumulamos una colección de aciertos y de errores. Quiero decir que todos
tenemos éxito en algo y fracasamos en algo; la vida es precisamente eso, una
ondulación constante, compleja, mudable. Una suma de opuestos.
El libro de
Agassi rezuma el angustiado dolor del tenista ante cada uno de sus fracasos,
empezando por el del amor paterno. Pero no creo que su sufrimiento sea mayor
que el de tanta gente humilde y anónima. La mujer que comete un error fatal en
el trabajo y que es despedida de malos modos puede sentir que la tierra se le
abre bajo los pies del mismo modo triturador que un deportista de élite cuando
pierde en el momento cumbre de su carrera. ¿Qué es lo que les sucede a los
atletas para que parezcan más frágiles y se vean más afectados? En primer
lugar, han alcanzado una fama descomunal siendo por lo general muy jóvenes y
estando poco preparados para digerirla. Además, como ya he dicho antes,
fracasan en público y ante millones de testigos, y lo que más enloquece de la
derrota es la humillación que conlleva. Por último, y quizá lo más importante,
están tan obsesionados por el deporte, tan entregados a ello, que en sus días
apenas hay lugar para nada más. Por fortuna para él, Agassi demuestra en su
libro que se ha liberado, que ha crecido. Sobrevivió a la tiránica, falsa
dicotomía del éxito y el fracaso, y comprendió por fin que se viven muchas
vidas en cada vida. Ojalá esta verdad esencial no nos fuera tan difícil de
aprender.
EL PAÍS